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lunes, 1 de agosto de 2011

Después de que por fin el viento almeriense haya desaparecido, me enfilo de nuevo en mi inspiradora terraza para crear un nuevo post.  Hoy he empezado a estudiar "enserio" (término aclamado por los estudiantes, sobre todo de medicina) pediatría 2 para Septiembre.  Sí, quizás la asignatura que más me gusta y para la última convocatoria, pero, cuando recibes visitas inesperadas, Junio se hace muy cuesta arriba.

Hoy, como digo, he vuelto a revivir experiencias de mis últimas prácticas de pediatría y me he acordado que quedaba un post final pendiente, un epílogo donde contaros las últimas impresiones (las otras están en Parte 1 , Parte 2 y Parte 3 ).  Recuerdo el último pensamiento que tuve cuando salí despidiéndome del equipo que me había apadrinado esas dos semanas: "¿Ya está? Tengo que volver...".  Eso lo dice todo creo yo.  Y es que, como contaba en las demás partes, tener ese pensamiento de "mañana cuando vuelva, espero que estén bien" o "mañana cuando vuelva, voy a hacer esto...lo otro..." es indescriptible, valiosísimo y sobre todo, enriquecedor.  Supongo que todo esto es lo que sienten mis futuros compañeros de profesión con sus pacientes, pero para un simple y humilde estudiante de 5º es todo un mundo de sensaciones nuevas.

Pequeñas princesas y diminutos príncipes que se cuelan en ti y te ganan con sólo mirarte.  Eso es lo que más recuerdo, sus miradas.  Sobre todo pienso en aquella preciosidad de ojos azules y pelo rubito a la que le hice mi primera punción lumbar, ese otro duende que siempre se quería quedar con mi super boli con luz exploragargantas, o por otra parte, el moñaco que cuando nos veía nos saludaba con un "¡Hola caballeros!"; por no hablar de aquellos otros pitufos que al salir de la consulta se volvían hacia mí y me chocaban la mano o me daban un beso.  ¡Buas! ¡Cómo lo echo de menos!.  Ignorantes y a la vez valientes personajes que no se dan cuenta por lo que están pasando, que sólo ven que están en una casa llamada hospital, donde hombres o mujeres disfrazados de blanco les hacen cosas o les obligan a otras tantas, contra su voluntad en casi todas.  En muchas ocasiones me pregunté, ¿Un adulto que pasase por ello llegaría a actuar así? es decir, ¿Nosotros los mayores tendríamos una sonrisa en la boca, jugaríamos y trataríamos con simpatía a todo aquel que se acercase?  No sé, lo dudo, quizás por ello terminé uno de los post diciendo "Les admiro".

Gracias a esta mini-historia, he recibido comentarios por parte vuestra espectaculares, que en su momento, me ayudaron a motivarme de cara a los exámenes entre tanto problema de salud que tuve.  Fue mágico sentir por la mañana el afecto indirecto de los pequeñajos y luego por la noche, llegar aquí y encontrarte con más de un comentario que te arrancaba una sonrisa e incluso te hacía flotar, ¡Muchas gracias!.

Lamentablemente no he vuelto a saber nada de ellos, fueron de las últimas prácticas, los exámenes se echaron encima y el tiempo escaseó, así que siento no terminar con un desenlace de sus casos.  Por supuesto, espero que a todos, el tratamiento les fuera bien y ahora estén disfrutando de ser ellos mismos, de por fin, ser niños de verdad.  

Como decía, este humilde niño con bata blanca pone fin a esta mini-historia y os agradece el apoyo y piropos que ha recibido por parte vuestra.  Sólo espera que le sigáis acompañando para que le sea más fácil hacerse mayor :-)

1 comentarios:

Miriam dijo...

Qué bonito lo que cuentas de los peques, es que son una monada, y como bien dices, tras muchos berrinches y pataletas, con que te lleves una mínima sonrisa de un pequeñuelo lo compensa todo ^^

Un besito

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