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viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Has caminado por tu habitación a oscuras?
En mitad de la noche, en mitad de la nada. Como si trazases pasos indefensos, torpes, ebrios, apresurados (otros no tanto), huérfanos, gimoteando...tú creyendo que el suelo estaría cálido y al final el atajo resultó ser sobre nieve. Tus manos o brazos buscan, pintan figuras contrahechas, pugnan por tocar la nada, a pesar de tú creer que siempre hubo algo, ese algo.
Seguro que sí. Seguro que has tenido esa sensación de caminar con un fin perfectamente definido, con pies de plomo, con paso firme, decidido a buscar y por supuesto encontrarlo.  De repente se  ilumina tu famosa bombilla y decides dar la luz.  Ahora sí muestras tus cartas, tu mejor as de la manga, a lo que de verdad juegas, decidido, muy decidido pese a tu traviesa timidez. Sacas el brazo en esta ocasión hacia la pared, deseosa de encontrar el puto interruptor. Que se haga la luz, es el momento, pensabas.

Iluso.

En ese punto de tu puta pared sólo había el siempre molesto, típico y tópico, gotelé. Rasposo, frío, inhumano, gélido, carcajeándose de cada poro de tu piel...de ti. Para una vez que te muestras, vuelves a pensar. No importa. Hemos venido a jugar y me conozco el camino (iluso).  Cambias de estrategia, ahora te enfundas un yelmo (por eso de la prevención), te envainas una "espada de cartón" y allá que vuelves al campo de batalla a oscuras, a hacerte el valiente.  Aceleras, seguridad a raudales...nada, otra vez sin interruptor.

Iluso.

Empiezas a pensar que definitivamente ese algo no existe.  Que el interruptor sólo fue un oasis de tus deseos, que por mucho que lo intentes, da la sensación de que te seguirás estrellando contra la pared.  Da igual los pasos a la derecha o a la izquierda que des, lo que aceleres, frenes, enmascares, muestres, sientas, mires, toques, menciones, intentes o exteriorices. No se va a encender la luz.  Da igual que recurras a la luz de emergencia, o esperes a que tus ojos aprendan a ver en la puta oscuridad, estará la pared.

Te pones a pensar a la mañana siguiente. Ya hay luz, masculla tu hemisferio derecho. El izquierdo se lo pregunta. Y tú empeñado en ver la similitud entre tu aventura de la pasa noche con la realidad del día a día.  Tan comparables y entrelazados como la cremallera de tu maltrecha frente.

Buenas noches lector, al final sólo queda reconocer la derrota, felicitar a esa dulce y atractiva nada y volver a tu cama.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Debéis saber algo.

Abres los ojos. Un día cualquiera, o eso meditas con tu despertador. A los pocos segundos (y así es) te asalta tu mente bostezando, "no majo, hoy toca guardia", pues qué bien.
Allá que vas mohíno, mustio, a rendir cuentas al espejo. De lo demás ya te das cuenta cuando son las 15:30 h y encaras el cartelito de "Urgencias Generales". (Tranquilos, la mañana fue bien).

En las guardias te ocurre de todo. Sensaciones y más sensaciones. Lo comentaba esta semana con compañeros "nomédicos", cosas buenas y cosas no tanto.  ¿Y esos casos tristes, no te afectan? Preguntaban. Mucho. Pero inevitablemente, el show debe continuar, pues da igual que en el box 2 atiendas a alguien que está viviendo (probablemente) sus últimos días de vida, que seguro que en el box 15 hay otro paciente que quiere, desea, que te exige (o sino, ya te lo exiges tú) que le atiendas con tu mejor de las sonrisas y que a poder ser...le mires y escuches como nadie.
Esto es así, da igual que esa anciana te recuerde a alguien que marchó al cielo en busca de sus recuerdos, o que aquel anciano tenga la misma gracia que alguien que te cuidó y mimó, debes seguir. No importa, siempre está el baño para llorar. Debes.
Esto ocurre igual contigo mismo, pues con la corta experiencia que llevo como médico, me he dado cuenta de algo realmente importante. Añadir un nuevo epígrafe a la definición de "confianza". Lo es todo para un médico. Es el pulso del cirujano, la esperanza del ginecólogo, la sístole y diástole para el cardiólogo, la saturación para el neumólogo o...en este caso...la entereza para el Residente de primer año (R1). Te enseñan a hacerlo todo mecánicamente, a que 2+2 son intransigentemente 4, hasta que llega el momento en el que, te tienes que parar a pensar que el médico eres tú, y tú decides si son efectivamente 4, ó 3.5 ó 3.9...pero ¡ojo! Hay alguien tumbado esperando que no te equivoques.

Debéis saber algo.

Y es así, en unas guardias tienes la batería de confianza a rebosar y de entre las opciones, marcas siempre el buen resultado, y en otras, por H o por B, o por todo el abecedario, no das una. En el primer caso sales de la guardia (aproximadamente a las 08:30 de la mañana siguiente), creyendo que eres una especie de "superman blanco", de superhéroe terrenal...de lo que sea, pero portador, pese a tus horas sin dormir y tu famosa cara de "saliente de guardia", de una sonrisa que no se te va de los labios. Crees haber salvado al mundo. Te sientes medio orgulloso de ti mismo. El otro medio, para seguir mejorando.
En cambio, está la cruz. Esa otra puta cara de la moneda. Guardias de las que sales clamando al cielo por lo inútil que eres, por lo poco que sabes de medicina, un debería saber por allí, un por qué por allá...un no sé si valgo para esto, si soy lo bastante bueno. Esto último, es lo que te quita eso que hablábamos antes, confianza.

Todo esto, debéis saberlo, es exactamente extrapolable a la vida extrahospitalaria. Unas veces te sientes guapo, sexy, esbelto, atlético, simpático, empático, encantador, capaz de ser el alma de la fiesta, dulce o salado (según lo requiera el guión) y atreverte, a conquistarla.
Por contra...otros días...seguro que lo adivinas. Y por supuesto, no te atreves a conquistarla.

Debéis saber algo, ese o esa que os atiende de blanco en urgencias, siente y padece lo vuestro.
Pero... ¿Cuántos "lo vuestro" crees que lleva ya?

Pese a todo lo negro que te lo he pintado, somos felices por vivir esto de ser médicos. Te lo aseguro.

jueves, 20 de noviembre de 2014

- ¡Espere espere señor! -tú con la hora pegada al culo, como siempre- Muchas gracias, planta 2 por favor.
- A la 2 vamos, hijo. ¿Ya hace frío aquí en León eh?

Un hombre, de unos 70 y medios años, baja estatura. Vestía de chaqueta marrón, de esas que abrigan a la antigua usanza, con una o dos tallas de más. Pantalones verdes, de olvidada pana, bombachos. Botines marrones, que seguramente vivieron tiempos mejores. Colmaba el atuendo una entrañable boina también marrón, de esas con cuadritos de rayas dobles a juego, enternece. Gesto amable, empático, atento, con mirada cálida, perdida en los rincones del ascensor, algo preocupada dije yo.

La mañana circulaba. Yo descubriendo los entresijos de la planta de nefrología, y a la vez intentando conocer a todos los pacientes. Sí, la primera semana en la que estás en un servicio nuevo, digamos que...tu flamante "L" de la parte trasera de la bata, luce más que nunca, grande, brillante con luces de neón. Resumiendo, una especie de pardillo.

Habitación 529. La siguiente.

- ¡Buenos días! ¿Qué tal se encuentra Evelina? -Me encanta hacer esto-.
- Buenos días hijo...pues mira, regular -Voz plañidera, gesto tierno a la par que cansado-.

Me percato de que no estábamos solos en la habitación. Había alguien en el baño. Al instante se abre la puerta y, ¿Adivináis? El ancianín de la boina entrañable era el marido de mi paciente. Curioso. Por supuesto, ya me presenté formalmente, Daniel se llamaba.
Avanzó hasta el borde de la cama y se sentó al lado de Evelina, acto seguido su mano derecha abrazaba la palma de la mano izquierda de ella, al instante, la mano izquierda de él acariciaba el dorso de la de ella.

- Algo no va bien doctor, no veo que mejore...- No era un reproche, era un atisbo de lo que decía su mirada en el ascensor, sólo estaba preocupado-.

La verdad es que en estos meses en León, he podido ver a muchos ancianos en el hospital, con sus respectivas familias. Maridos, esposas, hijos, nietos, hermanas, hermanos...cualquiera, he visto gestos de complicidad, de cariño, de amor, de anhelo, pero, me llamó la atención todo de esta pareja.  Se miraban con ahínco, él le besaba la mano a ella, le temblaban las manos cuando le acariciaba, le preguntaba si le dolía algo más, le imploraba que me lo dijera, me decía que cómo estaban los análisis, si se vio algo en la radiografía, que cuál era el plan...todo con un tono de voz cálido, amable, dulce incluso. Volvía a acariciarle. Volvía a mirarla con gesto de preocupación.
No pude esperar más.

- Cuénteme Evelina, ¿Cuántos años llevan juntos?
- ¡Uuuuuyyy hijo! Toda una vida, desde los 14 años...-esas entonaciones y expresiones de las abuelas-.
- ¿Cuál es el secreto? -la eterna pregunta-.
- Quererse mucho y comprenderse, hijo.
Se miraron. Ella se sonrió y le quitó la cara con gesto suave pero firme a Daniel.
Os admiro.

Al día siguiente, volví a la habitación 529. Sólo estaba Evelina, pues Daniel marchó a casa a por unos enseres. Ahora fui yo quien se sentó en el borde de la cama, quería saber más. No hizo falta mucho para que ella me contara toda una novela sobre ellos, ya sabéis, las personas mayores guardan miles de historias deseosas de ser contadas. Me comentó que al principio sus padres no querían que estuvieran juntos y él saltaba el muro de su casa para verla, que se enfrentó a su padre...él lo tenía claro. Y más actualmente, me contó su anterior ingreso en el hospital, estuvo 3 meses, que creía que no iba a salir de "esa". Se deprimió, echaba de menos su casa, sus nietos, su rinconcito, sus gallinas, su patio...pero que Daniel y sólo Daniel la ayudó a salir hacia adelante. Me contó que se tiró día a día durante esos 3 meses con ella en la habitación, que por las noches dormía en la mecedora (sí, de esas típicas e incómodas hospitalarias) o por contra, que no dormía, sólo pendiente de sus posibles quejidos de dolor. Por más que enfermería le decía que marchase a descansar, él no marchó.
Nunca marchó.
Y así toda una vida.

La verdad es que hasta ahora, mi personal idea sobre el romanticismo sólo estaba definida en mi cabeza, sólo era producto de mi imaginación, intangible, surrealista según algunos...pero con Evelina y Daniel te das cuenta de que existe, de que se puede.
Transgredir, desvivirse, desafiar, darlo todo por ese alguien. Que no se acabe la famosa llama, que siga dando calor, que calcine aún más. Un por fin, sin que sobre el por.

Lo sé, existe.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Te engañaron.
Te lo pintaron como una especie de final sin perdices.  Cantautores, poetas...todos lo tintaban de tristeza.  Una canción asonante o una poesía sin rimas, lo que sea.  Fue el mes en el que Cupido se quedaba sin flechas o sin puntería. Los amores de verano terminaban y los amantes se besaban por última vez, o en el peor de los casos, el beso se quedaba preso de tu traviesa vergüenza.  Qué injusta fuiste siempre.
Por otra parte, era el mes en el que forrabas tus libros y algo más, como tu libertad de pegatina.  Olisqueabas tus cuadernos...quizá en busca de fragancias veraniegas.  El cielo de azul a gris, los ojos de verde a marrón, labios de rojo a rosa, el corazón sin vuelcos...la playa sin el azul...

Estaba claro, Septiembre era culpable.

En este primer verano de mi nueva vida me siguieron ocurriendo miles de cosas. Yo creo que me ha dado tiempo a sentir/vivir todo tipo de sensaciones/vivencias, permitidme la redundancia.
He hecho maletas y todas deshechas, se quedaron compuestas y sin viaje de vuelta.  Me he/han desconfigurado, pero tranquilos, me volví a configurar. Es curioso, también me ha dado tiempo a descubrir nuevos "tipos" de personas, y yo que creí que a mis 27 inviernos les quedaba poca escuela de ello.  Sigo guardando silencio ante unas, pero me expreso en otras...hay personas que por mucho que te llueva, te prestan un paraguas, o un gorrito, o un chubasquero, o directamente...te abrazan para que no te mojes sólo. Personas que en cualquier situación, te arrancan una sonrisa, almas que te prestan un pedacito para que cicatrices, que te dan azúcar en la peor guardia, que te recuerdan lo bueno que eres, te hacen confiar en ti mismo, en cómo eres, te arreglan tu brújula (no apuntaba norte, casualmente, todo era sur), que sin a penas conocerte parece que saben exactamente qué decir o hacer...que como decía en un tuit esta semana, "menos mal" que han estado o están ahí, porque ojo, estas palabras tienen un único remitente pero varios destinatarios. Gracias.

Y adivinad...llegó Septiembre. Con su frío vestido de calor, con su vuelta al cole con disfraz de vacaciones y con un "tengo que hacer los deberes" maquillado de "voy a desconectar".  El mundo al revés. El cantautor logró encontrar la melodía, el maltrecho poeta terminó con rima su verso y Cupido...perdón, preferí darle vacaciones.
Exactamente querido lector, esta vez mis vacaciones han sido en Septiembre. Llegué a casa cuando ya el cole había empezado, unos cinco graditos menos, mi familia ya currando y la playa semidespoblada.  Vamos...todo lo que antes me "entristecía" ahora resulta que es de lo más agradable y estoy tremendamente feliz por vivirlo, por volver a sentirlo donde lo solía hacer.

Supongo que es cuestión de percepción, de verlo con otro cariz, de sacarle partido a lo que hay y no a lo que hubo.  A lo que somos, y no a lo que fuimos. De hacer trampas y mover de cruz a cara...porque se puede, de verdad.

Septiembre era inocente, eras tú el único culpable.

martes, 17 de junio de 2014

Desde que empecé la residencia me han ocurrido (como podéis imaginar) mil y una cosas. Es normal, vas con tu batita deshilachada blancoamarillenta con el logotipo moribundo de tu hospital, mas tu cara de novato y claro...eres el blanco de todo suceso.
Tuve mi primera guardia, y mi segunda. Dios nos pilló confesados, gracias a Dios.

Lo cierto es que, desde que me presento como "Hola tal, soy el Dr tal y voy a ser su médico" la historia ha cambiado. Si habéis leído alguno de mis posts como estudiante, podíais intuir que era casi parte del mobiliario, un gadget más del piloto principal...como un actor en ciernes que sólo y exclusivamente entraba en escena para...cómo decirlo, ¿Hacer bulto?.  Eso ha cambiado, ahora en ocasiones, y sólo en ocasiones (por ahora) soy el protagonista del teatro.  Como decía, me ha ocurrido de todo: me han presentado a ciento y la madre de representantes (son hombrecitos o mujercitas muy bien trajeados o vestidos, con la más amplia de las sonrisas y extremadamente amables, representan fármacos, son como nuestros friends forever en el hospital), me han dado ya la invitación a un congreso (Sitges nada más, y nada menos...), mi jefe me "recriminó" una acción (puntualmente me metí la mano en los bolsillos delante de un enfermo, se me disculpe), me he perdido una y otra y otra y otra...vez por el hospital, he llegado sobre la bocina a una sesión clínica, he llegado media hora antes a una sesión clínica, me he vuelto a perder en el hospital, he sufrido las consecuencias funestas de una guardia, sufrí un traspiés delante de la cama de una paciente y casi me voy de cabeza contra ella, me he equivocado de box, he entrado en un box antes de tiempo (con la consiguiente regañina de la enfermera, según ella, el paciente aún no estaba preparado para mí...me hizo gracia), me he dado contra la p*** manivela de las camas en la espinilla con el consiguiente ¡Me cago en! (todo interior, otra vez fue al entrar a un box, estaba feo exteriorizarlo), me he olvidado de los nombres tropecientas veces, me ha invitado alguna que otra ancianita a su pueblo para hacerme "buenos potajes" (les conté que venía desde muy al sur y no me traje a mi madre), esas ancianitas también me han querido presentar a sus nietas, algún que otro paciente ha preguntado ya por mí al no verme el día anterior (enormemente halagado), a 15 minutos de mi segunda guardia me doy cuenta que la talla del pantalón del pijama es la "P" de Pardillo, porque de "Pequeña" nanai...dentro cabía un elefante conmigo (imaginaos), he auscultado (es cuando os ponemos en el pecho o espalda ese aparatito con auriculares y trompa) a un paciente, me he quitado el fonendo, mi tutora me preguntó por el soplo...¿Que sopló quién? Ay madre...los pacientes me han dicho "Gracias doctor" al despedirse, también me ha...espera, frena, ¿Que me han dicho qué?

Tú esbozas una sonrisa, y les agradeces a ellos haber tenido paciencia con la espera y por supuesto, haberse portado tan bien contigo.  Es que es increíble.  Y no porque te agradezcan tu trato, en absoluto, es mi trabajo y punto, es algo más profundo que eso.  Es un sentimiento. Como un vínculo que tú has establecido con ellos, tú has hecho lo posible por cuidar de ellos y ellos, han cuidado de ti a su manera.

Como habrás podido observar, querido lector, he escrito varios items en mi diario, pero me quedo sólo, y exclusivamente con una cosa.  Que si tú sonríes al paciente cuando le hablas o tratas, él te devuelve la sonrisa (por muy mal que esté en ese momento, os lo aseguro), que si tú le tocas o le coges de la mano, ellos vuelven a sonreir y aparcan su carilla de malestar por una de difícil descripción, quizás una mezcla de agradecimiento y bienestar, que si tú les haces una simple pregunta como ¿Necesita algo? cada vez que vas a verles, ellos sonríen y te lo agradecen.

Quizás no les pueda ayudar mucho todavía desde el punto de vista médico (llevo una "L" bien grande en la espalda), pero lo que si sé, es cómo me gustaría que me trataran a mí, o a mi madre, o a mi padre o...siguiendo con la media de edad, a esa que marchó al cielo en busca de sus recuerdos.

La consigna es clara... Todo por mi paciente.

sábado, 24 de mayo de 2014

¿Y ahora qué digo? ¿Qué escribo? ¿Qué te cuento?

La verdad es que me alegra verte por aquí de nuevo, a ti por leerme y a mí por...volver a volver.  En estos más de 10 meses que llevo sin escribirte he empezado y terminado posts en sólo una línea. Todos en la papelera.  Reconozco que a veces me ha podido la "presión" de volver a escribir algo que merezca la pena;  pues aunque a priori se me encendía la bombilla y con prisa corría a escribir, al poner el primer punto lo borraba todo y apagaba.  Me exijo a mí mismo, mucho, muchísimo, más de lo que debería me dicen, y mi pequeño blog no se libra de ello. Por supuesto.

Como decía, en estos más de 10 meses, me han ocurrido (como podrás imaginar) tropecientas mil cosas. He vivido la etapa del MIR, he sobrevivido y para más inri, empiezo a estar contento por ello.  Pues sí, muchos esperabais que escribiese sobre esa etapa en mi vida, pero la verdad es que otros compañeros bloggers, lo hicieron más y mejor de lo que yo lo hubiera hecho, y pasé de repetirme.  Pero para que no me pierdas el hilo, sólo te diré una cosa del MIR, se sobrevive y sobre todo, se aprende (no sólo medicina, sino  otras tantas y tantas cosas).

Nada salió como en un principio esperaba, absolutamente nada. El día de la adjudicación de plaza  (que es cuando según la nota que sacaste y posterior número de orden, debes ir al ministerio a decir qué especialidad quieres) siempre lo imaginé como uno de los días más felices de mi vida. Pensaba, saldré pegando botes (soy muy crío aún), lloraré, abrazaré...estaré exultante...
No me voy a esconder, no soy así, no pude elegir mi primera opción, como todos sabéis, yo quería ser gineco y aquella tarde me quedé a las puertas de serlo.  Sigo reconociendo...aquella tarde salí decepcionado, enfadado conmigo mismo, derrotado, cabizbajo (no, no hubo saltos). Aquella tarde la lluvia de Madrid no fue quien mojó mi cara ni mis ojos.  Aquella tarde, lloré muchísimo y las noches siguientes, aún más.

Nada salió como en un principio esperaba, absolutamente nada, repito, pero...todo ocurre por algo, ¡Siempre!. Pasan los días y cada vez te va ilusionando un pelín más esa nueva "amante", neumología se llama.  Siguen pasando los días e incluso te entran ya ganas de empezar y verte ejerciendo, ¿Verte qué? ¿Ejerciendo? ¿Ya? ¿Llegó el momento? ¿Ahora somos nosotros el médico? Sonríes (yo justo ahora lo estoy haciendo).  Sí, estoy contento, muy muy contento de estar donde estoy y ser un futuro neumólogo.  Aunque lo reconozco...no te olvidas de esa chica de la que has estado enamorado de un día para otro, siempre hay un "volver a volver".

Como me habréis leído por las rrss, soy R1 de neumología en el Hospital de León.  Me ha sorprendido, sobrepasado todas y cada una de mis expectativas, en cada frente.  El mismo hospital es impresionante, el servicio es potente, la ciudad me gusta y la gente es...es...tremendamente increíble. Mis compañeros son geniales, estoy reviviendo una especie de primero de carrera y eso también me motiva, es importante sentirse a gusto, y yo, por ahora, lo estoy, y mucho.  Mis R' mayores (para que os hagáis una idea, son los médicos que llevan uno o dos años más que yo en el servicio) me tratan de lujo, me han acogido muy muy bien y me siento afortunadísimo de ello. ¿Algo malo de León? EL FRÍO!!! (tenía que decirlo..jeje).

Ya tocaba volver a escribirte, en el fondo lo echaba de menos...son las 2:14 de la mañana, todo está a oscuras, estoy frente a la ventana con unas buenas vistas y habla el silencio, no pude resistirme. Esta vez no.

Pensé en no escribir más e incluso cerrarte...pero como dije en mis primeros posts, mientras que haya alguien dispuesto a leerme, seguiré adelante. Gracias a todas esas personas que casi me han "obligado" a volver por aquí...me siento muy halagado por ello, de verdad.

¿Volvemos?

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