"[...] - Buenos días, doctor -gruñó con voz ronca-. Soy la señora Baker, la vecina. He hecho por ella cuanto podía hacerse. Seguro que está ya en el undécimo mes. Gime como si tuviera los dolores del parto. Pero no puedo hacerlo salir. Basta que lo intente para que se ponga peor...
McDowell guardó silencio. Puso su bolsa junto al lecho, se quitó los guantes y el abrigo y se acercó al fuego. Allí se frotó las manos para calentarlas.
- Salid afuera -dijo a la gente que detrás de él se apretujaba en la cabaña. después fue a sentarse junto a la cama.
Apartó el cobertor. no era más que una vieja manta de lana de color gris. Lo que le había parecido un enorme colchón de plumas, no era otra cosa que el vientre horriblemente hinchado y anómalamente desplazado a un lado, que se ocultaba debajo. McDowell puso las manos sobre la piel tirante y las deslizó de un lado a otro. El rostro de la enferma seguía inmóvil. sobre la piel del vientre, parecida al parche d eun tambor, observó McDowell unas manchas azules y verdes. Obsequió a la vecina y a uss rojos puños con una mirada furtiva y desconfiada. Presionó varias veces fuertemente hasta que los dientes de la enferma rechinaron por primera vez. Él no perdía la calma. finalmente se levantó y cubrió el hinchado vientre con la manta. Dirigió una mirada inquisitiva al rostro de Crawford (el marido de la enferma) y se mordió en silencio los labios. Fue un silencio doloroso.
- Crawford -dijo al fin-, eso no es un niño... [...]".
Así fue explorado y diagnosticado la primera lesión que iba a ser a la postre la primera operación quirúrgica (una auténtica intervención interna) de la historia. Se trataba de un tumor quístico en el ovario, que pesaba unos 6'5 Kilogramos. Corría el mes de Diciembre del año 1809 y hasta entonces, en cuanto a cirugía se refiere sólo se habían practicado amputaciones, quelotomías, litotomías, ablaciónes de cataratas y algunas operaciones de urgencia, pequeñas o grandes, desesperadas y torturadoras para las víctimas, pero en la que nunca se efectuaban auténticas intervenciones internas del cuerpo humano. Es más, los maestros cirujanos de la época se regían por esta máxima:
"Jamás se conseguirá eliminar con el cuchillo los tumores internos, lo mismo si se encuentran en la matriz como si se encuentran en el estómago, el hígado, el bazo o los intestinos. Dios ha trazado aquí la frontera de la cirugía. el cirujano que la atraviesa, procede como un asesino..."
Pero Ephraim McDowell (el cirujano del relato que os contamos) no estaba dispuesto a seguir esa ley y dejar morir a esa paciente, y le propuso que le acompañase a su casa en Danville, a 70 millas de donde se encontraban (Kentucky), unos largos, helados y duros 112 kilómetros aproximadamente a caballo. La paciente aceptó, convenció al Doctor McDowell para que le practicara la cirugía, advirtiendo que ella aguantaría el dolor estoicamente. Fueron dos días de viaje, de arduo viaje, pero la paciente llegó en buenas condiciones. En el pueblo de Ephraim (Danville) se había corrido la voz y lo iban a tildar de asesino, pero, ¿Queréis saber qué tal fue la operación? Seguid leyendo:
[...] - Charles -dijo-, la señora Crawford puede venir. Todo está a punto.
- Doctor -dijo Jane Crawford mirando a las cuerdas-, no gritaré, puede estar seguro. No necesita atarme.
- Lo creo -dijo McDowell-, pero así es más hacedero.
Le introdujo unas píldoras de opio en la boca de delgados labios. En aquella época era éste el único medio que, algunas veces, aliviaba un tanto el dolor. Con ellas no se conseguía más que un alivio y, con mucha frecuencia, ni esto siquiera. Después se inclinó sobre el tenso vientre. con una pluma trazó la línea que debía seguir para abrir el peritoneo. Lo hizo en el lado izquierdo, a tres pulgadas del músculo recto del abdomen. Después cogió el escalpelo. James cogió el suyo.
Cuando Jane Crawford vio la cuchilla, cerró los ojos e inmediatamente empezó a cantar en voz alta. Cantaba un salmo. Era la hora decisiva en que pareciendo flaquear incluso el vigor de su energía, la paciente se agarraba de una manera desesperada a su fe y a su Dios. Al hacer McDowell el primer corte abriendo la piel, la voz de Jane Crawford vaciló un instante. se encogió su cuerpo y sus manos se aferraron al borde de la mesa. Pero a pesar de todos los tormentos, no dejó de cantar el salmo. Tal y como había pensado hacerlo en sus meditaciones de los días precedentes, McDowell trataba de separar las capas musculares. Encontró la pared abdominal intensamente magullada a causa de la presión que sobre ella ejercía la cabeza de la tumoración. Hizo un corte en el peritoneo. Como presionados por un puño salieron hacia fuera los intestinos cayendo sobre la mesa. McDowell y James trataron, asustados, de volverlos a meter en el vientre a través de la herida abierta, pero no lo consiguieron. El gigantesco tumor que ocupaba la mayor parte de la cavidad abdominal cerraba el camino de retroceso.
La voz que cantaba, subía y bajaba de tono. La respiración de Jane Crawford se hacía intermitente. Pero Jane hacía lo que a las personas de nuestros días ha de parecerles inconcebible: no gritaba. Y al terminar su primer salmo inició otro. Los nudillos de sus manos emblanquecían, pero ella seguía cantando.[...]
McDowell, con las manos bañadas en sangre dentro de la herida, miró a James. Los primeros hombres y mujeres se paraban fuera delante de la casa. Los labios de Jane Crawford habían perdido toalmente el color. Lo que brotaba de su garganta parecía sólo una horrible caricatura de canto humano y es posible que en la calle pareciese como algo así como el lamento y la voz acusadora de una moribunda. Pero McDowell oía en él otra cosa muy distinta. Cada nota, por grande que fuese el esfuerzo y la pena con que brotaba, era para él una señal de que Jane Crawford seguía viviendo.
- Sacadla fuera -gritaban en la calle- sacadla fuera antes de que pueda asesinarla...
McDowell introdujo los intestinos en la cavidad abdominal desgarrada. Con ayuda de James volvió el cuerpo abierto hacia un lado y dejó que se escurriera al suelo la sangre que se había vertido en el interior de dicha cavidad. Mientras lo hacía el canto cesó por primera vez.[...] James aplicó el oído contra el pecho de Jane Crawford. Sus manos buscaron el pulso de la mujer, pero entretanto volvió a abrirse la boca de ésta.[...]
En aquel momento se interrumpió de nuevo la canción de Jane Crawford. Otra vez se inclinó James que, desesperado, le auscultó el pecho. Pero lo que había hecho enmudecer su voz era sólo un desmayo. Jane Crawford respiraba casi imperceptiblemente; pero respiraba. McDowell oyó rechinar la puerta a sus espaldas. Apresuró la sutura. Era el sheriff.[...]
- Entonces, la han asesinado ustedes -dijo apenas dueño de su voz el sheriff.
- La hemos operado -contestó-. Le hemos eliminado el tumor del vientre y....vive.[...]
Así es, la paciente vivió, la operación fue un éxito, logró sobrevivir 33 años más después de la intervención. ¿Habéis visto por ejemplo, cómo era la anestesia del momento?
Estos fragmentos pertenecen al libro "El Siglo de los cirujanos" de Jürgen Thorwald, un fantástico libro donde encontrareis todo tipo de historietas sobre la cirugía del momento, os lo recomiendo, os dejarán los ojos como platos en más de una ocasión!
9 comentarios:
Qué interesante, me recuerda a Historia de la Medicina, jeje.
Pensaba que habias escrito tu el relato, y esta alucinando. Espero que sigas escribiendo porque me encanta. Me acuerdo de aquellas historias tuyas que lei en lleida... Abrazos, Lua
Hola Irene! Precisamente el libro lo descubrí gracias a mi profesor de historia de la medicina, y en el primer capítulo me encontré esta historia, es increíble!
Hola Laura!!!!!!!! Cuanto tiempo!!!!! Me alegra un montón verte por el blog y que me leas! Como antaño! :-) Pues sí que he seguido escribiendo, sin ir más lejos estoy apuntado a un concurso de relatos, ya te contaré! Qué tal te va?
besos!!
Buf... que mal rollo da pensarlo, pero en el fondo es fascinante!
Buas... Qué intenso relato...
Menos mal que ahora tenéis mejores medios... :P
Ei cuanto tiempo Luchida y Drew!!! Se os echaba de menos!
Si os habéis asombrado con esta...no quiero pensar la cara que pondríais con otras que hay en el libro, los "médicos" de antes estaban locos!!
Saludos!
Queremos ejemplos! Queremos ejemplos!!! :-)
¡Un relato impresionante! Tengo que hacerme con ese libro :P
Enhorabuena por el blog ;)
Gracias Mª José!!
Te esperamos por aquí! :-)
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